sábado, 10 de marzo de 2012

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MARÍA Y JOSÉ

NACIMIENTO DE CRISTO Y CELEBRACIÓN DE LA NAVIDAD

NACIMIENTO DE CRISTO Y CELEBRACIÓN DE LA NAVIDAD


El 25 de diciembre se ha convertido en un día emblemático en el mundo entero con motivo de la Navidad o celebración del nacimiento de Cristo. Dentro y fuera de la cultura cristiana el nacimiento de Jesús de Nazaret constituye una invitación a la práctica de la bondad humana, la paz universal y reconciliación entre las personas y los grupos sociales. Pero ¿nació realmente Cristo el 25 de diciembre? La respuesta de los expertos en estudios bíblicos es negativa. ¿Por qué entonces se celebra la Navidad o nacimiento de Jesús en esa fecha? Cuestiones como ésta, que no quitan el sueño a los expertos, a los cristianos insuficientemente instruidos pueden causarles desazones y sufrimientos morales importantes. Por ejemplo, un día recibí en consulta a una venerable señora que deseaba expresarme su estado de confusión y desconsuelo a raíz de una conversación mantenida con uno de sus nietos. Se acercaba la Navidad y la abuela se disponía a celebrar el nacimiento de Cristo el día 25 de diciembre. Pero el nieto dijo a su abuela que Cristo no había nacido en ese día. La abuela trató de que el niño rectificara lo que había dicho pero sin ningún resultado. Por el contrario, se reafirmó en lo dicho. La venerable señora jamás había conocido a nadie que pusiera en tela de juicio la fecha del nacimiento de Cristo más que a su nieto y esto la produjo un impacto moral muy fuerte. ¿Estaban engañando y pervirtiendo a su nieto o estaba equivocada ella? Para evitar estos sobresaltos a las abuelas piadosas me parece oportuno recordar lo que digo a continuación. Según los expertos, al día de hoy no sabemos a ciencia cierta el día exacto del nacimiento de Cristo. Por aquellas fechas no existían los registros de nacimientos para nadie. Estos registros son relativamente recientes. Se establecieron en la cristiandad en virtud de un decreto del concilio de Trento en el siglo XVI. Lo que sí se ha llegado a saber con bastante base histórica es el año en que Cristo nació. Pero vayamos por partes. Hablemos primero del año, después del día y, por último, de la celebración de la Navidad el día 25 de diciembre.

Estos son los datos más barajados por los expertos sobre esta cuestión. 1) Según los evangelios (Mt 2,1-12) Jesús nació reinando Herodes el Grande gozando éste de buena salud. 2) Por el historiador judío Flavio Josefo sabemos que Herodes murió de una enfermedad larga y dolorosa (¿cáncer?). 3) Por el cómputo del reinado de sus hijos y por un eclipse de luna, próximo a su muerte y cercano a la Pascua, se puede determinar que la muerte de Herodes ocurrió a mediados de marzo del 750 de la fundación de Roma. 4) En efecto, según Flavio Josefo, habiéndose corrido el rumor de que el rey estaba al borde de la muerte, unos jóvenes, capitaneados por Matías, arrancaron el águila dorada puesta a la puerta del templo. Enterado Herodes de lo ocurrido, mandó quemarlos vivos. La noche siguiente hubo un eclipse de luna, que el pueblo interpretó como duelo del cielo por el crimen del rey. Poco después murió Herodes, cuando todavía no habían sido sepultados los cuerpos de los asesinados y algunos días más tarde subió su hijo Arquelao a Jerusalén para celebrar la Pascua. 5) Todos los datos confluyen hacia mediados de marzo del 750 de la fundación de Roma como el tiempo de la muerte de Herodes. 6) Jesús, por tanto, nació al menos 4 años antes del 753 de la fundación de Roma y no el 753 como equivocadamente había calculado Dionisio el EXIGUO, así apodado por haberse quedado corto en su cálculo. Pero fue, en efecto, el primero que intentó fijar la fecha más verosímil del nacimiento de Cristo. Dionisio fue un monje escita residente en Roma el año 525 y, según sus cálculos, Jesús habría nacido el 753 de la fundación de Roma. Pero, como queda dicho, Herodes, bajo cuyo reinado nació Cristo, había muerto tres años antes después de una enfermedad que se prolongó al menos durante un año. De todo lo cual se deduce que Jesús nació por lo menos 4 años antes de lo calculado por Dionisio. O lo que es igual, nuestra era cristiana va retrasada como mínimo cuatro años. Esto es lo que en la primera década del siglo XXI se considera como más seguro sobre el año del nacimiento de Cristo. Lo que no sabemos en absoluto es el día exacto en que nació. Más aún, todos los expertos están de acuerdo en que el día 25 de diciembre es el día menos probable. ¿Por qué esa improbabilidad y por qué se celebra en ese día la Navidad o nacimiento de Cristo? La respuesta es relativamente fácil.

Según el relato de Lucas (Lc 2,8), la noche en que nació Jesús había cerca de Belén unos pastores que dormían al aire libre en el campo y vigilaban sus ovejas por turno durante la noche. Pero si tenemos en cuenta que diciembre es pleno invierno en Palestina, que en la región cercana a Belén caen fuerte heladas por ese tiempo y que es la época en que más llueve, resulta difícil entender que los pastores pernoctaran con sus ovejas al raso y a la intemperie. Durante ese tiempo los pastores con sus rebaños pasaban la noche en los establos y sólo a partir del mes de marzo, cuando las condiciones metereológicas eran favorables para pernoctar al aire libre. Por tanto, si aceptamos la afirmación de Lucas de que Jesús nació cuando los pastores de la zona pernoctaban al aire libre con sus rebaños, hemos de concluir que el acontecimiento tuvo lugar después del invierno a partir del mes de marzo. Pero ¿qué día exactamente? Esto es prácticamente imposible saberlo ya que, como he dicho antes, en aquellos tiempos no se llevaban registros de nacimiento de nadie. De acuerdo, pero entonces, ¿por qué se celebra la Navidad o nacimiento de Cristo el día 25 de diciembre? La respuesta a esta pregunta tampoco es difícil. Las cosas ocurrieron más o menos del modo siguiente.

Desde muy antiguo los cristianos empezaron a celebrar el cumpleaños o día natalicio de Cristo como se hace con los seres más queridos o los personajes que más han significado para el bien de nuestras vidas. Y como no podían averiguar la fecha exacta propusieron varias fechas probables. Por ejemplo, S. Clemente de Alejandría en el siglo III sostenía que Jesús nació el día 20 de abril y S. Epifanio, en el siglo IV, sugirió el día 6 de enero. Otros propusieron como fecha para celebrar la Navidad el 25 de mayo o bien el 17 de noviembre. De hecho, durante los tres primeros siglos del cristianismo la fiesta de la Navidad se celebró en fechas diversas e inciertas. La fijación de la fiesta de la Navidad o nacimiento de Cristo se fijó en el siglo VI. Veamos cómo y por qué.

En el siglo IV surgió en el interior de la cristiandad la herejía del “arrianismo”, promovida por un sacerdote de nombre Arrio (256-336) en la ciudad de Alejandría de Egipto. Dicen los historiadores que Arrio era un hombre muy culto, estudioso, impetuoso y apasionado. Era intelectualmente brillante y dotado de una capacidad de persuasión muy notable. Pues bien, hacia el año 315 empezó a desplegar una enorme actividad en Egipto con sus discursos y prácticas ascéticas. Tuvo muchos y apasionados seguidores. En pocas palabras su enseñanza sobre la figura de Cristo era la siguiente. Según Arrio, Jesús fue un ser extraordinario y maravilloso, una criatura realmente perfecta, pero no era Dios. Según él, Dios lo había creado para que lo ayudara a salvar a la humanidad. En consecuencia, debido a la ayuda que Jesús le prestó a Dios con su pasión y muerte en la cruz, se hizo digno del título de “Dios”, que Dios Padre le otorgó como regalo. Por lo mismo, Jesús no fue verdadero Dios desde su nacimiento sino que llegó a serlo gracias a su misión cumplida en la tierra haciendo hasta el final de su vida la voluntad de Dios. Arrio negaba así una de las verdades centrales de la fe cristiana expresada en los relatos evangélicos y asumida hasta entonces por los seguidores más cercanos de Cristo, a saber, que Jesús era verdadero Dios y verdadero hombre desde el momento mismo de su concepción.

Arrio y sus seguidores tuvieron tal éxito que 300 obispos de toda la cristiandad se dieron cita el 20 de mayo del año 325 en Nicea, pequeña ciudad del Asia Menor, frente a Constantinopla, para contrarrestar los efectos de la predicación arriana que ponía en tela de juicio públicamente la divinidad de Cristo. Los Padres conciliares aprobaron el conocido “Credo de Nicea” en el que se acuñaron las siguientes afirmaciones: “creemos en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no creado”. El Concilio de Nicea condenó la doctrina arriana sobre Jesús y los principales seguidores de Arrio fueron obligados a abandonar los puestos pastorales y administrativos que ocupaban en la Iglesia. Todo inútil. Treinta años más tarde muchos de los obispos sostenían la tesis de Arrio. Una tesis, dicho sea de paso, intelectualmente brillante, pero pueril y teológicamente insostenible con los evangelios en la mano y la historia viva de los que conocieron de cerca a Cristo. Pues bien, frente a este panorama, el Papa Julio I, elegido el año 337, pensó que la mejor forma de contrarrestar el arrianismo no era la confrontación teológica, sino difundir la fe en la divinidad de Cristo propagando la fiesta de su nacimiento. Y así, con gran sabiduría pastoral, pensó que celebrando el nacimiento del Niño-Dios, la gente buena y sencilla terminaría olvidándose de la doctrina arriana que negaba a Jesús su condición divina desde su concepción. La cuestión ahora era fijar una fecha oportuna dado que el día y la hora exacta en que nació Jesús seguía siendo una incógnita.

Así estaban las cosas por parte del Papa Julio I cuando alguien, sin que se sepa quién, hizo la siguiente propuesta: celebrar la Navidad o natividad del Niño-Dios el mismo día en que los romanos celebraban “el día del Sol invencible”. ¿Razón? Muy sencilla. Se trataba de una fiesta traída a Roma por el emperador Aureliano desde Oriente en el siglo III, y en la cual se adoraba al sol como al dios Invencible. Este culto al sol tenía la explicación siguiente. En el hemisferio norte a medida que se va acercando el mes de diciembre o invierno se van acortando los días, el sol sale más tarde y se pone más temprano. La oscuridad y el frío se imponen y esto daba pie a pensar a la gente que al llegar al 21 de diciembre, el día solar más corto del año, desaparecería el sol para siempre quedando sumergidos en las tinieblas. Pero no. El sol no es vencido por las tinieblas, pensaron luego, sino que a partir del día 22 de diciembre los días solares empiezan una vez más a alargarse. Y así año tras año. La conclusión deducida de esta experiencia anual fue que el sol es invencible y las sombras o la oscuridad no podrán apagarlo. Y como el día 25 había ya indicios de la confirmación de este fenómeno, de ahí que se fijara esa fecha para celebrar la fiesta popular del nacimiento del sol Invicto.

Hasta aquí la tradición folclórica pagana que les va a venir como anillo al dedo a los cristianos para fijar una fecha para celebrar la Navidad o nacimiento de Cristo. Para los cristianos el verdadero Sol que no muere nunca e ilumina a este mundo es Cristo. Cinco siglos antes de Cristo el profeta Malaquías (3,20, ó 4,2) había dicho que cuando llegara el final de los tiempos se alzará un Sol de Justicia que traerá en sus alas la salud. Ahora bien, como al venir Jesús entramos en el final de los tiempos, el Sol que brilló era simbólicamente Jesucristo. Por otra parte, Lucas (1,78) dice que nos visitará una salida de Sol para iluminar a los que viven en tinieblas y sombras de muerte. Más aún. El Apocalipsis (21,23) predice que en los últimos tiempos no habrá necesidad del sol pues será reemplazado por Jesús, el nuevo Sol que nos iluminará. Y lo que es más importante. También para Jesús hubo un día en que se tuvo la impresión de que había sido derrotado para siempre muriendo en la cruz, pero, contra todas las previsiones de sus verdugos y seguidores, triunfó de la muerte y con su resurrección se convirtió en invencible. En consecuencia, Él, Cristo, era el verdadero Sol Invicto y no el astro solar al que tributaban culto los paganos.

Reflexionando sobre estas simbolizaciones del astro rey los cristianos romanos del siglo IV llegaron a la conclusión de que lo más acertado era celebrar la Navidad o día del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre. De esta forma la Iglesia primitiva “bautizó” la fiesta pagana del “Día natal del Sol Invicto” convirtiéndola en el “Día natal de Jesús”. Se destierra así el culto pagano al sol y se consolida el culto al Niño-Dios, Jesús de Nazaret, como verdadero Hijo de Dios y Redentor del género humano. Pero lo que termino de decir exige una matización importante. Este reemplazo de la fiesta pagana por la Navidad no se debió a la intención de suprimir la fiesta pagana sino a la pedagogía pastoral de contrarrestar las enseñanzas arrianas contra la condición divina de Cristo desde el momento de su concepción. El primer lugar donde se celebró la fiesta de la Navidad fue Roma. Por el año 360 pasó al norte de África y por el 390 ya se celebraba también en el norte de Italia. Por el año 400 se comenzó a celebrar en España y en Jerusalén hacia el año 430. Luego se extendió por Egipto y desde allí pasó a todo el Oriente. Así las cosas, el año 535 el emperador Justiniano decretó como ley imperial la celebración de la Navidad o nacimiento de Cristo el 25 de diciembre. Digamos resumiendo que lo más probable es que Jesús nació bien entrado el mes de marzo del 749 de la fundación de Roma y que la celebración de la Navidad el 25 de diciembre obedece a motivos pastorales y no cronológicos. El que se haya universalizado después la fecha del día 25 de diciembre es debido a un decreto imperial. En cualquier caso, lo importante no es celebrar un día u otro el nacimiento de Cristo sino celebrarlo como efeméride teológica, o sea, reconociendo a Dios en su persona que se encarnó para redimir a la entera humanidad. Todo lo demás tiene una importancia relativa y secundaria como explican los buenos exegetas, teólogos e historiadores. Volviendo al principio de esta información me es grato dejar constancia de que la señora que me planteó estas cuestiones suscitadas por su nieto quedó muy consolada y agradecida. Dicho lo cual, me parece oportuno añadir que describir la personalidad de Cristo no es una osadía si lo hacemos sin prejuicios, con el Nuevo Testamento en la mano y reflexionando serenamente sobre la experiencia histórica de veinte siglos de cristianismo. Si Jesús de Nazaret me encargara a mí redactar su currículo para presentarlo con vistas a conseguir un puesto de trabajo en nuestra sociedad se lo redactaría más o menos como sigue.

JEHOSHÚA o simplemente Jesús de Nazaret, alias Cristo o el Ungido como Mesías, es hijo de María, de profesión “sus labores”, y adoptado por José el carpintero. Nació hacia el año 747 ó 748 de la fundación de Roma en una ciudad irrelevante llamada Belén de Judá, durante el reinado de Herodes el Grande y el mandato imperial de César Augusto. Su concepción o encarnación en el seno de su madre no aconteció como resultado de un acto de amor sexual normal ni como el término feliz de una fecundación artificial o de laboratorio “in vitro”, sino como el resultado de la intervención directa de Dios prescindiendo de las causas segundas. Su nacimiento tuvo lugar en una situación de extrema pobreza y la noticia de su nacimiento produjo reacciones de gran simpatía y de rechazo al mismo tiempo. Así, por ejemplo, varios personajes del Oriente Próximo, conocidos popularmente como “los reyes magos”, llegaron a Belén para rendirle pleitesía como a un personaje extraordinario. Herodes el Grande, por el contrario, tuvo miedo de que el recién nacido en Belén le hiciera competencia política y decidió quitarle del medio ordenando una matanza de niños. Pero no le salieron bien sus cálculos criminales porque los padres de Jesús emigraron a Egipto antes de que se llevara a cabo la masacre infantil y sólo volvieron a su tierra después de la muerte de Herodes. Jesús, como hijo de judíos piadosos, fue presentado en el Templo y circuncidado según estaba prescrito por la Ley de Moisés. Con tal ocasión un venerable caballero llamado Simeón identificó feliz y piadosamente al niño recién circuncidado con el Mesías prometido a Israel.

A la edad de doce años Jesús de Nazaret, “haciéndose el perdido”, protagonizó un acto de autoridad doctrinal inaudita en el Templo de Jerusalén ante las autoridades religiosas y sus padres. De vuelta en Nazaret pasó desapercibido, supuestamente ayudando a su padre José, hasta que varias décadas después apareció en Galilea rodeado de unos admiradores incondicionales que le seguían como predicador ambulante del “Reino de los cielos”. Conocido ya en la vida pública en la región de Galilea, un día se presentó a Juan el Bautista, su primo, para que le bautizase en el Jordán. No tenía necesidad ninguna de hacerlo pero lo hizo como gesto original de su personalidad y mirando al futuro de sus seguidores.

Otro día apareció en un banquete de boda con su madre donde, por indicación de ésta, convirtió unas tinajas de agua en vino, hecho que fue inmediatamente reconocido por el “chef” de cocina y los invitados al banquete. Este fue el comienzo de su intensa actividad taumatúrgica durante un par de años largos, cuyo coronamiento fue la resurrección de su amigo Lázaro, después de permanecer éste cuatro días sepultado y en estado avanzado de descomposición. En otra ocasión se llevó consigo a Pedro, Santiago y Juan para que fueran testigos directos de un espectáculo sorprendente en el Monte Tabor. Es la llamada escena de la “transfiguración” mediante la cual hizo una demostración práctica de lo que iba a ser su resurrección personal de entre los muertos.

Jesús de Nazaret fundó la Iglesia con sólo doce hombres y la colaboración amorosa y pragmática de María, su madre. Al frente de este equipo fundacional, designados directamente por Él, puso a Pedro como vicario o delegado suyo personal. La norma o ley fundamental de la predicación cristiana era el amor personal que no se confunde ni con el amor sexual ni con el amor-enamoramiento. En este contexto institucionalizó el perdón, incluso a los enemigos, y la Eucaristía en la que se expresa la plenitud del amor de Dios a la humanidad y la respuesta de esta a Dios de una manera festiva, vivencial y gozosa. Jesús de Nazaret fue siempre mal visto por las autoridades judías. Le siguieron de cerca y al final terminaron condenándole a morir crucificado como un malhechor imperdonable. Aunque el motivo de la condena era religioso, su causa fue politizada para que las autoridades romanas de turno le mandaran al patíbulo. El propio Pilato fue consciente de que se estaba condenando a un ser bueno y políticamente inocente e inofensivo pero el miedo a caer en desgracia ante las autoridades judías y el emperador de Roma le llevó a lavarse las manos hipócritamente y dictar sentencia de muerte contra Jesús. Jesús fue torturado en extremo antes de morir en la cruz, enterrado con todas las cautelas y custodiado su sepulcro para evitar que su cadáver fuera robado, o el sepulcro convertido en lugar de protestas. Pero, contra todas las cautelas oficiales y expectativas por parte de todos, seguidores incondicionales y enemigos, Jesús resucitó de entre los muertos siendo devuelto a la vida.

Durante algún tiempo apareció y desapareció haciendo demostraciones prácticas de verificación sobre su estado de resucitado, al tiempo que daba instrucciones a los miembros de su equipo apostólico para que pusieran en marcha su obra de amor en el mundo sin contar en adelante con su presencia física. Una de las instrucciones fue que no se movieran de Jerusalén hasta que tuviera lugar la celebración de la fiesta de Pentecostés. Un buen día Jesús se encontraba entre los suyos y en un momento dado desapareció de su vista para siempre en este mundo. Luego llegó Pentecostés y sus mentes y sus corazones quedaron inundados de inteligencia, sabiduría y amor para entender y poner en práctica correctamente todo cuanto les había enseñado sobre su vinculación directa con Dios padre, la felicidad humana, los poderes del “reino de los cielos” y el amor personal superando la brutalidad del amo-sexo, la trampa del amor-enamoramiento y el placer salvaje de la venganza disfrazada de justicia, que es lo que prima en “los reinos de la tierra”. A la vista de esta sintética estampa biográfica de Jesús de Nazaret cabe pensar si con este currículum vitae Jesús encontraría hoy día puesto de trabajo en alguna empresa o entidad laboral, incluso dentro de la Iglesia por Él fundada. Mucho me temo que si levantara hoy día la cabeza sólo para buscar un puesto de trabajo no le quedaría otra alternativa que la de irse al paro. NICETO BLÁZQUEZ, O.P.